La caries dental o infecciones bacterianas de los dientes son frecuentes en personas, poco frecuentes en perros y esencialmente inexistentes en gatos.
La saliva humana es más ácida, y los dientes contienen muchas fosas y fisuras. Además, la dieta humana es rica en carbohidratos altamente refinados. La saliva de perros y gatos es más alcalina, sus dientes contienen menos fosas y fisuras, y su dieta es menos rica en carbohidratos. Las bacterias cariógenas son menos comunes en la boca de perros y gatos que en la de las personas.
Las caries iniciales causan la desmineralización ácida del esmalte mediante la bacteria que fermenta el azúcar, liberando así ácidos sobre la superficie del diente.
En los perros, las caries suelen darse en las superficies oclusales de los molares. Las caries tienen el aspecto de una lesión cavitada, de color marrón a negro, con una superficie blanda, en la que al introducir un instrumento de exploración dental puntiagudo, este puede penetrar en la dentina afectada y engancharse. Se ha descrito que la superficie tiene una textura correosa o pegajosa, cuando se utiliza un explorador de sonda periodontal.
El tratamiento de la lesión cariada debe eliminar el tejido duro enfermo con una fresa dental, hasta alcanzar la dentina sana. Luego se coloca una restauración para proteger la dentina expuesta que queda y para recrear una superficie dental con un contorno normal. Se debe realizar una radiografía para determinar si la infección se ha extendido a la pulpa, lo que resulta en enfermedad endodóncica, en cuyo caso el diente requiere obturación endodóncica.
Los perros con caries dentales están predispuestos a sufrir lesiones adicionales.
El tratamiento tópico con productos de fluoruro de estaño, cada 2 semanas, puede ayudar a prevenir futuras caries en estos animales. Solo se deben colocar pequeñas cantidades de flúor en las superficies oclusales de los dientes predispuestos o afectados; esto puede causar gastritis, y puede ser nefrotóxico si se ingieren cantidades significativas.