La infección fúngica del pulmón produce una neumonía piogranulomatosa de aguda a crónica activa. Los perros se ven afectados más que los gatos y pueden presentar tos crónica, dificultad respiratoria aguda o letargo. Los gatos pueden tener hinchazón facial por infección sinoorbital, dificultad respiratoria o ambas, según el hongo que lo cause.
Véase también Blastomicosis, Histoplasmosis, Coccidioidomicosis, Agentes antifúngicos, Azoles, Candidiasis, Criptococosis, Aspergilosis, y Neumonía en perros y gatos.
Etiología de la neumonía fúngica en pequeños animales
Las especies de Cryptococcus neoformans, Histoplasma capsulatum, Coccidioides immitis, Blastomyces dermatitidis, Pneumocystis jiroveci, Aspergillus, especies de Candida y otros hongos menos frecuentes se han identificado como agentes causales de la neumonía fúngica en hospedadores inmunocompetentes e inmunodeprimidos. Véase también Infecciones fúngicas.
La neumonía fúngica generalmente es provocada por la inhalación de esporas, lo que puede llevar a una diseminación hemolinfática. Los tejidos y las secreciones pulmonares constituyen un ambiente excelente para estos organismos.
La aspergilosis, enfermedad causada por un hongo oportunista, es más común en perros que en gatos y, a menudo, afecta a los pastores alemanes de mediana edad. Se asocia con mayor frecuencia a la infección nasosinusal en los perros o a la infección sinoorbital en los gatos. La aspergilosis sistémica es bastante rara y solo se observa en animales inmunodeprimidos.
La criptococosis afecta con mayor frecuencia a la cavidad nasal en los gatos, y la infección del SNC es menos frecuente en perros y gatos.
Se cree que la fuente de la mayoría de las infecciones fúngicas procede de la tierra, y no de la transferencia horizontal.
Hallazgos clínicos de la neumonía fúngica en pequeños animales
La neumonía fúngica se observa más frecuentemente en pequeños animales que en grandes animales. El curso más común de la enfermedad es crónico. Puede presentarse una tos corta y productiva o una secreción nasal espesa, de mucosa a mucopurulenta.
A medida que avanza la neumonía fúngica, pueden volverse evidentes la disnea, la emaciación y la debilidad generalizada. La respiración puede ser abdominal, con crepitaciones en la auscultación. La inflamación es un componente importante de la enfermedad y, como con cualquier inflamación, puede dar como resultado un estado protrombótico.
Aproximadamente dos tercios de los casos de neumonía fúngica en perros afectan también a otros órganos (es decir, ojos, piel, huesos, sistema nervioso central); el resto son principalmente pulmonares.
En la blastomicosis pueden observarse nódulos cutáneos y subcutáneos con vías de drenaje en perros, y las lesiones en la piel son comunes en gatos.
La coccidioidomicosis a menudo se asocia con un dolor óseo intenso debido a la osteomielitis en los perros, y las lesiones cutáneas son comunes en los gatos.
Las infecciones fúngicas dimórficas pueden acompañarse de uveítis o coriorretinitis granulomatosa.
Lesiones
En los casos de neumonía fúngica, se presentan lesiones multifocales o coalescentes (que parecen grandes masas en las radiografías) de inflamación granulomatosa o piogranulomatosa en los pulmones u otros órganos afectados. Pueden observarse abscesos y cavitación junto con áreas amarillas o grises de necrosis. Los microorganismos causantes se localizan dentro de los macrófagos o en áreas de inflamación intensa.
Diagnóstico de la neumonía fúngica en pequeños animales
Pruebas serológicas o antígeno urinario (para Histoplasma y Blastomyces).
La neumonía fúngica puede diagnosticarse mediante una combinación de signos clínicos y examen citológico cuando se pueden obtener aspirados. La prueba de antígenos en orina es más sensible que la prueba serológica para Histoplasma y Blastomyces. Las pruebas serológicas o de PCR se utilizan en ausencia de aspirados diagnósticos con aguja fina.
La radiografía torácica en casos de neumonía fúngica generalmente revela un patrón difuso con linfadenopatía traqueobronquial en perros o grandes granulomas pulmonares focales en gatos. Si hay dolor óseo, la radiografía muestra osteólisis con proliferación perióstica e hinchazón de los tejidos blandos en los sitios infectados. La radiografía abdominal puede revelar granulomas o linfadenopatía.
El diagnóstico clínico de neumonía fúngica puede confirmarse con frotis de impresión de vías de drenaje cutáneas, aspirados con aguja fina del pulmón, aspirados de ganglios linfáticos, pruebas de antígenos en orina (para Histoplasma o Blastomyces), pruebas serológicas, pruebas de PCR o recolección y análisis de LCR (para Cryptococcus). Las tinciones especiales (por ejemplo, ácido peryódico de Schiff y metanamina de Grocott-Gomori con nitrato de plata) pueden utilizarse para resaltar los microorganismos.
Tratamiento de la neumonía fúngica en pequeños animales
Medicamentos antifúngicos
Oxigenoterapia complementaria
Fármacos antiinflamatorios
La neumonía fúngica se trata con medicamentos antimicóticos sistémicos. Dependiendo del estado del animal, también puede ser necesaria la hospitalización con oxigenoterapia. En algunos casos, se pueden agregar medicamentos antiinflamatorios durante los primeros días del tratamiento para mitigar la inflamación aumentada debido a la muerte del hongo. El tratamiento médico con frecuencia es prolongado.
Los medicamentos de elección para tratar la neumonía fúngica incluyen itraconazol, fluconazol, complejo de anfotericina B con lípidos, y voriconazol o terbinafina (tratamiento local para la aspergilosis). Los antifúngicos azoles de nueva generación, como el voriconazol o el posaconazol, son más efectivos para infecciones resistentes o aspergilosis sistémica; sin embargo, pueden ser costosos. Véase Azoles.
Conceptos clave
La neumonía micótica es más frecuente en perros que en gatos.
Los signos clínicos pueden afectar al aparato respiratorio (p. ej., tos, aumento de la frecuencia respiratoria y del esfuerzo), otros órganos (p. ej., ojos, piel, huesos, SNC) o ambos.
El diagnóstico puede basarse en pruebas de antígenos en orina (para Histoplasma o Blastomyces), aspirados con aguja fina con evaluación citológica, pruebas serológicas, prueba de PCR o análisis del LCR.
El tratamiento requiere un curso prolongado de medicamentos antifúngicos y puede requerir hospitalización y oxígeno complementario.