Las fracturas pélvicas son relativamente comunes en caballos y ponis y pueden producirse como consecuencia de un traumatismo o estrés por el entrenamiento atlético. Las fracturas que afectan al acetábulo casi siempre se producen como consecuencia de un traumatismo y se suelen presentar como una cojera grave, que con frecuencia no soporta el peso en el momento de la lesión. La crepitación puede ser difícil de apreciar, incluso durante la flexión pasiva de la extremidad o el examen rectal. La radiografía puede ser diagnóstica, pero las dificultades para obtener estas imágenes significan que el diagnóstico se logra por lo general mediante una combinación de gammagrafía nuclear y ecografía. En particular, el diagnóstico ecográfico de las fracturas pélvicas ha avanzado considerablemente y ahora se considera el método de primera línea para evaluar las fracturas pélvicas. Las fracturas del acetábulo, en contraste con otros tipos de fracturas pélvicas, conllevan un mal pronóstico para el retorno a la función atlética, ya que estas fracturas son frecuentemente desplazadas e invariablemente conducen a osteoartritis. El único tratamiento suele ser reposo prolongado (6-9 meses) seguido de tratamiento sintomático para cualquier osteoartritis resultante.